Solo hay algo más abundante que los turistas en las playas españolas: las algas asiáticas se están convirtiendo en un enorme problema

Y lo peor de todo es que no parece que tengamos capacidad de solucionarlo. 

Tossa
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javier-jimenez

Javier Jiménez

Editor Senior - Ciencia
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Javier Jiménez

Editor Senior - Ciencia

En 2019, alguien del ayuntamiento de Tarifa tuvo la idea de trasladar las algas asiáticas (Rugulopterix okamurae) que se acumulaban en sus playas a un vertedero cercano a la depuradora de agua.

Fue una idea eficaz. Hasta que dejó de serlo.

A día de hoy, ellos mismos reconocen que "ya no saben qué hacer". Tienen un problema de más de cinco millones de euros que no deja de hacerse más y más grande. Y Tarifa es solo el ejemplo más conocido. Solo "en Ceuta se recogen 15.000 toneladas al año. En Tarifa 5.000, en Algeciras 1.200 y en La Línea de la Concepción, unas 800", decía Antonio Vegara Jiménez en Newtral.

Pese a todos los esfuerzos, el año pasado las algas invasoras empezaron a llegar a Galicia. Es decir, la cosa se pone seria.

Un problema ecológico, económico y social. Cada verano, millones de personas se acercan a las costas buscando sol, buen tiempo, aguas cristalina y arenas limpias. Y cada vez es más difícil que lo encuentren.

En lugar de una bella playa mediterránea, lo que suelen encontrarse cada vez más turistas y lugareños es esa masa marrón, viscosa y maloliente que dejan las "algas invasoras" al morir.

En España, no hace falta ni recordarlo, las playas son un enorme recurso económico. A nivel turístico, pero también a nivel pesquero. Las algas están amenazando algunas de las principales industrias del país y la verdad es que la respuesta coordinada brilla por su ausencia. Durante más de una década, cada ayuntamiento ha hecho la guerra por su cuenta y, seamos sinceros, la están perdiendo.

Pero por qué son tan peligrosas. Por su comportamiento extraodinariamente agresivo. Esta especie crece muy rápido, es muy versátil y no tiene casi ningún depredador autóctono. Por ello desplaza a las algas autóctona, reduce drásticamente la biodiversidad y causa innumerables problemas para la pesca artesanal, la acuicultura, el turismo, el fondeo de embarcaciones y la gestión municipal (esa masa parda tiene consideración de residuos urbanos).

¿Cómo han llegado hasta ahí? En 2002 se empezaron a ver en Francia y para 2015, se localizaron en Ceuta. Posiblemente, se debió a los barcos de mercancias, un conocido vector de especies invasoras. Desde ahí, su expansión ha sido rápida: primero el Campo de Gibraltar, después Málaga, Granada, y ahora otras regiones costeras.

¿Y qué podemos hacer? Eso es lo peor: no hay soluciones milagrosas. Los biólogos marinos alertan de que, una vez que una especie invasora se establece y encuentra condiciones favorables, erradicarla por completo es casi imposible.

Por eso, muchos investigadores y empresarios están empezando a hacer de la necesidad virtud y buscan convertirla en un recurso (algo que ayudaría a financiar su gestión). Pero por ahora la situación deja mucho que desear.

No es el final de la historia. Porque lo que estamos viendo con la Rugulopteryx okamurae no es exactamente un fenómeno aislado. Em Mediterráneo está cambiando y no sabemos dónde nos va a llevar eso. Cada año, impulsadas por el cambio climático, el tráfico marítimo y la alteración de los ecosistemas marinos, más especies invasoras encuentran un nuevo hogar en el litoral español.

Con el futuro económico y ecológico de nuestro litoral en peligro, lo más desesperante es que la evidencia nos dice que no tenemos instrumentos administrativos para enfrentarnos a este problema. Y cuando decidamos tomar cartas en el asunto, será probablemente tardo.

Lo más seguro es que ya lo sea.

Imagen | Jose Fraganillo

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